Si creíamos que los tiempos de Matusalén no eran más que una fábula de la Historia Sagrada, estábamos equivocados. Aubrey de Grey, gerontólogo de 45 años especializado en analizar datos genéticos, ha avanzado que dentro de unas pocas décadas podremos perder el miedo a envejecer, ya que habremos alcanzado la posibilidad de llegar a ser milenarios (que no millonarios) manteniendo el aspecto de la madurez.
Un nuevo pulso al tiempo; si hace unos meses los científicos nos vaticinaban que las nuevas generaciones vivirán más de cien años, de Grey da una vuelta de tuerca más asegurando que podremos cumplir más años de los que cabrían en un pastel de cumpleaños tamaño King Size. Bueno.
La perspectiva de vivir cientos y cientos de años conservando el aspecto de un/a treintañer@ resulta una idea atractiva. Ya no hará falta reencarnarnos, porque en una misma vida podremos ser ricos, pobres, solteros, casados, divorciados, dependientes, empresarios, comerciales, vagos, parados, estudiantes, cantantes, figurantes, informaticos e incluso funcionarios vitalicios. Podremos gozar del amor y del desamor durante cientos de años, viajar por todo el mundo, pedir excedencias seculares, ser promiscuos y asexuales, convertirnos a todas las religiones, ser aprendices de todo y maestros de nada. Maquillar nuestras arrugas y quitarnos unos cuantos cientos de años, dejar pasar los compromisos porque "no estamos preparados", vivir con nuestros padres hasta los doscientos años esperando a que nuestros hijos cumplan por lo menos cien.
Sólo me cabe una duda.
En la imaginería popular, aparte de nuestro consabido centenario Matusalén, hay dos tipos de personajes capaces de vivir en la tierra siglos y siglos. ¿Alguien lo adivina? Los vampiros y las brujas. Sólo los monstruos son milenarios.
Otros seres milenarios que siguen viviendo, lo hacen desde lugares más recogidos: el corazón, la memoria, los libros, el prana... Pero murieron en su edad adulta, perpetuando su imagen durante siglos.
Por último, están los inmortales, que hacen actos de aparición y desaparición espontánea: ángeles, avatares e incluso el dudoso caso del misterioso Conde de Saint-Germain.
No sé si me resulta más confortable pensar en un futuro de vampiros o de Michaeles Jackson sometidos a cientos de operaciones estéticas. En cualquier caso es una posibilidad que cambiará radicalmente nuestra manera de entender la vida, el trabajo, las relaciones... y las hipotecas.
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