COLISIONES EMOCIONALES

Un verano en la ciudad. Parece la antesala del aburrimiento, de calles libres de coches, de tiendas donde no tienes que guardar colas kilométricas, de transportes vacíos. "Este verano ha sido fatal para las relaciones", me comentaba una amiga. No le voy a quitar la razón; en la última semana, he visto cómo desfilaban ante mis oídos y mis ojos las rupturas amorosas. En cada reencuentro con un conocido, la noticia de una nueva ruptura acaparaba la conversación. Todas tan repentinas y absurdas como una tormenta de verano, a diferencia que tras ésta el sol reaparece como si nada hubiera pasado. Colisiones emocionales y abandonos para siempre jamás. No se equivocan los agoreros de las estadísticas cuando cada año nos asustan afirmando que el verano es la época con mayor índice de separaciones. En la playa, mientras tomaba el sol, observaba una pareja a pocos metros de mi. Parecían tranquilos, de no ser por un detalle: ella llevaba un pañuelo de papel a sus ojos, él también. Tras secarse las lágrimas mientras no dejaban de conversar, abandonaron la playa, cabizbajos, dejando un espacio de distancia entre sí. Otra pareja se gritaba en el metro "¡Piérdete, no me llames más!".
Estaba perdiendo todo hilo de esperanza cuando, en una reunión familiar, pusieron en mis brazos la última recién llegada a la familia, una bebé de ojos azules. A mi alrededor se podía ver la gran compenetración de las parejas que me rodeaban, todos ellos con varios años de amor a pesar de los momentos personales difíciles. El verano ha pasado para ellos sin ninguna erosión. Si las estadísticas se centraran más en las buenas noticias, tal vez nos fijaríamos más en éstas y aprenderíamos a vivir mejor... O cuanto menos, más tranquilos.

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